Perdida.
Buscando tan sólo
encontrarte en medio de la nada, como si de un momento a otro fuese a golpear
tu puerta como por arte de magia, como si las cosas se dieran así como así, tan
siquiera por desearlas.
A veces me
pregunto porqué divago en la trastienda de mi propio subconsciente y siento que
no soy yo misma la que está pensándote o extrañándote si nunca te tuve ni jamás
tendré nada que he deseado.
Siento que la vida
se me escapa de las manos como arena tibia entre los dedos y nada hago por
cambiarlo. Si tan sólo pudiese verte a los ojos y decirte la verdad, que es eso
que nos separa y que nunca dejará que te encuentre pues quien soy para vos ya
ni siquiera existe.
Perdida.
Abrumada por la
soledad y el pasado vacío de mi infancia voraz que me carcome hasta los huesos
y el frío de las tardes sin saberte mío hoy ni nunca, inmersa en mi opaca
realidad de ser nadie ante tus ojos, nadie ante los míos y nadie para nadie.
En ocasiones
siento que me es más difícil perdurar que ir viviendo esta vida descolorida y
sosa, sin nada que ofrecerte y nada por buscar, sin saberme dueña de mi
presente ni de mi pasado ni siquiera de ese futuro que alguna vez en medio de
la locura de mis días grises imaginé con vos a mi lado.
Perdida.
Hoy todo son
recuerdos bien guardados en los recovecos intrincados de mi ser, en el fondo de
mis lamentaciones femeninas de mujer frustrada por serlo, de idiota que vive un
mundo de fantasía aterrada de asomarse a la realidad que la golpea y la derriba
a cada paso.
Una palabra, un
gesto, una señal tan sólo un indicio de que aún algo me espera o la desdicha
total de saberme ya inútil ante el mundo que me exige subsistir a pesar de las
derrotas y los vestigios de sueños que perduran grabados en mi memoria como si
de pronto algo o alguien como vos me despojara de los prejuicios y las culpas y
se animase, simplemente a rescatarme.